martes, 21 de diciembre de 2010

Nyuang U Mann Express

Nos vais a perdonar por contaros una de autobuses, asi sin fotos y a las bravas. Somos conscientes que las “roadmuvis” quedaron un poco obsoletas, pero no podemos pasar por alto nuestra maravillosa historia en el Nyuang U Mann Express.

Haceros cargo, 3:00am, pensando en las diez horas de viaje mientras nos desperezábamos y esperábamos el autobús con el que cubriríamos el trayecto Bagan-Kalaw donde nos esperaban tres días de trek, cuando llego semejante progreso de la ingeniería mundial. Si por fuera parecía, cuanto menos, desalentador, su interior minimalista, que después de recoger a media Birmania por el camino se transformo en el rococó mas radical y extremo jamás visto, distaba mucho de parecer mejor a nuestros ojos.

Nos esperaban unos asientos de hierro forjado, acolchados una mas que prensada capa de lo que en su tiempo hubo de ser goma espuma, nada adecuados para los baches resultantes de atravesar los omnipresentes socavones, de una carretera, extenuada de soportar vehículos y malos tratos. Para los que la palabra reclinarse, era poco menos que entrar en el terreno del surrealismo, que no realismo, mágico. Pero aun así tuvimos que dar gracias por no ir en una de las endebles banquetillas de clástico que colocan en cualquier pequeño resquicio para acomodar a un nuevo pasajero, e incomodar al resto. Y con las que al menor frenazo, el hábil conductor se puede marcar un pleno como en los bolos.

Aquello paresia el Maracaná el dia de la final del campeonato del mundo y con participación del equipo carioca. De nuestros amadísimos compañeros de equipo, y bien decimos ajadísimos, ya que el roce hace el cariño y de eso tuvimos un rato, vamos a destacar a tres internacionales, por sus distintas formas de tomarse las cosas. Las dos primeras, un par de Doc Livingstone o Coronel Tapioca luciendo sus ropas de safari y una sempiterna y bobalicona alegría, aceptando que se la clavasen bien clavada con estoicismo y la mayor de las exageradas sonrisas. El que falta, un hindú atormentado por la situación que no paraba de buscar contacto visual con el resto de los angloparlantes, posibles compinches con los que montar conciliábulo y quejarse hasta por el mas ínfimo detalle. Y para que un hindú se queje, ya tiene que estar lloviendo.

La parada para comer, no menos curiosa. Lo mas destacado las 4 jarras de medio litro de cerveza birmana que se apretó el conductor en los escasos 20 minutos de la parada. Y el estruendo por la rotura de la silla del atormentado hindú, que en el unido momento de tranquilidad y cuando menos lo esperaba, dio con sus huesos en el suelo, para regocijo de los demás comensales.

Y asi, sin mas, proseguimos traqueteo, con un calor del 15, y desparramada en el asiento toda la ropa para el frio que previsores, habíamos preparado la noche anterior, en espera de un aire acondicionado inexistente, que por estas latitudes gustan de poner en modo “tormenta antártica” y preguntándonos ¿Por qué coño no habremos ido este año de vacaciones a Benidorm?, txau.

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